Aucune langue trouvée. Chapter 9 – A Universe of Vibrations | The True Self Training

Chapter 9:
A universe of vibrations

vibrational world, energy and frequency, raising vibration, law of attraction

Duration : 2h 30

Content

Bienvenido al lado oculto de la realidad.
El que no se ve, pero se siente.
El que nos atraviesa, nos anima, nos conecta con las estrellas.

El universo no está callado, vibra, late, canta.
Y nosotros con él.

Nuestro cuerpo es solo una orquesta invisible de átomos en movimiento.
Nuestros pensamientos son ondas.
Nuestras emociones, frecuencias.
Y nuestras intenciones, comandos mandados al gran servidor cósmico.

Entonces… ¿qué música vibra en ti hoy?

todo es vibración  |  frecuencias y energía de vida  |  sincronías y alineación universal  |  sonidos y sanación vibratoria  |  colores y frecuencias espirituales  |  ley de resonancia  |  intención y creación vibratoria  |  vibraciones celestes y astrología  |  energía sutil y cuerpo de luz  |  geometría sagrada y mandalas  |  universo cuántico y consciencia  |  espiritualidad vibratoria

Chapter content 9

Todo es vibración, nosotros también

Toma una mano.
La tuya, si puedes.
Si pudiéramos hacer zoom hasta lo más pequeñito, ¿qué veríamos?
¿Células? Sí.
¿Moléculas? También.
Pero más adentro: átomos.
¿Y esos átomos? No están quietos como en los viejos dibujitos de los libros de ciencia.
No, giran, vibran, laten.
Casi a la velocidad de la luz.

Así es: todo gira, todo vibra, todo se mueve.

Hasta lo que parece sólido no es más que una nube de partículas excitadas por una energía invisible.
Tú, yo, esta página, este texto… todos estamos hechos de átomos que bailan, en equilibrio entre atracción y repulsión, como en una coreografía cuántica gigante.

Y esas cargas (+) o (-), ese magnetismo microscópico, no es ciencia ficción.
Es lo que hace que sientas un escalofrío cuando alguien entra a un cuarto.
Que te sientas repelido por ciertas personas sin razón aparente, o al revés, magnetizado.
A eso le llamamos “vibraciones”.
O “ondas”.
O “aura”.
Da igual la palabra.

Lo seguro es que nuestro cuerpo irradia.

La ciencia apenas empieza a entenderlo.
Los animales, en cambio, siempre lo supieron.
Ellos sienten nuestras emociones.
Huelen nuestros miedos.
Captan lo que nosotros, humanos, aprendimos a ignorar: que somos antenas vivas.

Y como toda antena, emitimos y recibimos.
Según nuestro estado interno, nuestras emociones, nuestras intenciones, nuestro campo electromagnético cambia.

Cuando estamos enamorados, se expande.
Cuando estamos enojados, se contrae y se pone rojo.

Así que sí, todo lo que somos, lo que pensamos, lo que tragamos (incluido el McDo a las 11 de la noche...) entra en esta mecánica vibratoria enorme.
Hasta la peor porquería química tiene una vibración.

La pregunta es si nuestro cuerpo está lo bastante alineado para transformarla, reciclarla o botarla…

Y aquí se pone bueno: si todo vibra, entonces nuestros pensamientos también vibran.
Nuestras intenciones son frecuencias.
Nuestras decisiones son actos magnéticos.
Atraemos lo que somos, no lo que queremos.

Así que, si buscas “subir tu vibración”, no se trata de volverte un monje tibetano ni de cubrirte de cristales bajo la luna llena.
A veces basta… con escucharte, alinearte y mandar la frecuencia correcta.

¿Y quién sabe?
El mundo vibrará de vuelta.


/
Conozco a una mujer, auténtica, te lo juro, que con más de 40 años nunca ha tomado ni una sola gota de agua en su vida.
Nunca. Nada. Cero.
Ni medio vaso, ni un sorbo después del deporte, ni siquiera para un medicamento.

No, esta mujer funciona solo con Coca-Cola.

Sí, leíste bien.
Su sangre debe burbujear.
¡Horror!
¿Y aún así? Está bien.
Con energía.
Sin granos, sin temblores, sin un tercer brazo creciendo en la espalda.
Una mutante, te digo.
Es como si su cuerpo hubiera dicho: «Bueno… pues con esto tiramos, ¿no?».

Como ves, el cuerpo se adapta a todo, absolutamente todo, siempre que lo hagamos con alegría, con conciencia y sin culpa.
Si ella se sintiera culpable en cada trago, estaría enferma desde hace rato.
Pero no, ella lo disfruta, lo asume, lo goza.
Y su cuerpo la sigue.

Es un ejemplo extremo, claro.

Pero plantea una pregunta real: ¿y si no fuera tanto lo que tragamos lo que más daño hace… sino la manera en que lo hacemos?
El miedo, la vergüenza, la tensión mental crean más acidez que un refresco caliente.
Conclusión: si decides comerte un Big Mac o una pizza industrial, ámala, bendícela, saboréala como un plato sagrado, y digiérela con gratitud.
Así por lo menos mandas una señal clara a tus células: «Todo va bien. Estoy en paz.
Pueden currar tranquilos.

/
Para responder a tu comentario, papá, yo también me di cuenta de hasta qué punto nuestro estado emocional influye directo en el cuerpo.
Desde muy joven me apasioné por la salud y el bienestar, a veces hasta la obsesión, sobre todo con mi cuerpo y su reflejo en el espejo.

Siempre fui delgada, pero alrededor de los 18-19 años mi cuerpo cambió: subí unos kilos y muy rápido se convirtió en un complejo.
Entonces encadené dietas, metí más deporte, a veces demasiado.
Bajé ese peso rápido, pero el impacto psicológico se quedó. Durante años, el miedo a «volver a engordar» me perseguía.
Pasaba sin parar de la restricción a la indulgencia, como un péndulo agotador.

El verdadero cambio llegó cuando entendí que no era solo lo que comía lo que contaba, sino cómo lo vivía. Durante mucho tiempo, cada comida venía cargada de culpa, de vergüenza o de miedo.
Mi digestión estaba siempre ácida, mi nivel de cortisol disparado, y todo mi cuerpo en estado de alerta, como si tuviera que sobrevivir a una amenaza.
En esos momentos, daba igual lo que comiera: mi cuerpo lo guardaba todo, convencido de que había peligro.

Después aprendí a soltar.
A hacer mis comidas conscientes, a saborear cada bocado, a sentir placer y gratitud.
Cuando empecé a mandar señales de paz a mi organismo, todo se relajó: mi digestión se calmó, mis órganos retomaron su ritmo natural y sobre todo, recuperé una relación sana con la comida.

Hoy veo claro que la vibración con la que comemos es tan importante, o más, que el contenido del plato.
No es solo una cuestión de calorías o macros, es una cuestión de energía, de conciencia y de amor propio.

Cuerpo, emociones y frecuencias

Uno podría pensar que un cuerpo es solo un rollo biológico con órganos, fluidos y músculos que se mueven.
¡Falso! Bueno… no del todo falso, pero sí muy incompleto.

El cuerpo es una orquesta, y cada emoción es una nota, una vibración.
Una frecuencia.

Y esa frecuencia… resuena.
Por dentro.
Por todos lados.
Especialmente en nuestras células.

Cuando tienes miedo, todo se contrae.
Tus hombros suben, tu barriga se aprieta, tu respiración se hace corta.
Tu cuerpo se vuelve más denso.
Es física: el estrés baja tu frecuencia.
Te comprime.
Te pesa.

Cuando sientes alegría, gratitud o amor, es al revés.
Todo se abre.
Respiras mejor, caminas más derecho, tu mirada se relaja.
Es la expansión.
Vibras más alto.
Literalmente.

¿Y sabes qué?
Tus células escuchan.

Sí, las emociones hablan a las células.
Les dan “órdenes vibratorias”.
Influyen en la química del cuerpo.

Eso es lo que las neurociencias y la epigenética descubren desde hace unos años: tu manera de pensar y sentir cambia el comportamiento de tu ADN.
No es poesía New Age, está probado en laboratorio.

La rabia crónica o la tristeza repetida, por ejemplo, no son “solo” estados de ánimo.
Son frecuencias que acidifican tu terreno, bajan tu inmunidad, cansan tu corazón.

Al contrario, emociones altas como la gratitud o el entusiasmo reparan, regeneran, revitalizan.
Mandando un mensaje al cuerpo: “Todo está bien. Puedes relajarte. Puedes sanar.”

Imagina un momento que cada emoción sea un DJ que cambia la música de fondo en tu cuerpo.
¿Quieres heavy metal estresante o bossa nova regeneradora?
Tú eliges la banda sonora.

No se pueden evitar todas las emociones.
Somos humanos.
Pero sí podemos elegir no sufrirlas.
Sentirlas, sí, y luego transformarlas.
No dejarles las riendas de la nave.

Y sobre todo, podemos usarlas como un GPS vibratorio.
Cada emoción es un indicador: ¿me siento ligero? Estoy alineado.
¿Me siento pesado, contraído?
Quizás algo no vibra bien.
Quizás mi cuerpo me susurra que olvidé quién soy.

Entonces, respira.

La emoción es un mensaje.
Una frecuencia.
Y tu cuerpo es una antena.

Aprende a escucharlo… y a cambiar de frecuencia cuando el tema se pone demasiado pesado.


/
Mi cuerpo me hablaba… yo no lo escuchaba.

Un día, cuando curraba en una gran empresa, tenía una reunión importante.
De esas donde se supone que tienes que parecer seguro, elegante, casi serio.
Pero esa mañana, imposible levantarme de la cama.
No era cansancio.
No era gripe.
Era solo un nudo gigante en la barriga.
Como una alarma silenciosa.

Bueno… igual fui, como buen soldado mentalizado.
Y claro, la reunión fue un fracaso monumental.
Mal timing, mala persona, mala vibra.

Ahí entendí: mi cuerpo ya lo sabía.
Ya había recibido el mensaje de arriba.
Ya vibraba el “no” antes de que mi cerebro intentara taparlo con un traje.

Desde entonces, aprendí a escucharlo.

¿Molestia en la barriga?
¿Una emoción pesada que me invade?
Me hago la pregunta:
¿Estoy en mi sitio?
¿Estoy forzando?
¿Me estoy traicionando?

Y a veces, basta con cambiar un pensamiento, o ajustar una intención, para que mi cuerpo se relaje, respire, se realinee.
Como si dijera: “Gracias, por fin me escuchas, viejo.”

El universo en espejo, ley de resonancia

Si todo es vibración, entonces es lógico que lo que vibro, lo atraigo.

Eso es lo que llamamos la ley de resonancia.

No es una creencia rara de gurú desconectado, sino un principio energético universal: dos frecuencias similares se atraen.
Como dos diapasones que, a distancia, empiezan a vibrar al unísono.
Como dos almas que se reconocen sin decir nada.

En otras palabras, la vida te muestra lo que vibras.

¿Vibras miedo?
Te encontrarás con situaciones que te lo van a hacer vivir.

¿Vibras confianza?
Atraes gente que te respeta y te eleva.

¿Vibras rechazo?
Adivina… te vas a sentir rechazado (aunque no sea verdad).

¿Vibras amor?
¡Bingo! Entras en otra dimensión de vida.

No es magia, es mecánica cuántica sutil.

Cuando cambias tu frecuencia interior (tus pensamientos, tus emociones, tu nivel de fe), cambias las “antenas” que lanzas en lo invisible.

Y el Universo, como un radar cósmico, lo capta y te devuelve lo que se le parece.

Lo que crees se vuelve tu realidad.
No porque sea “verdad”, sino porque pones tu atención, tu energía, y por lo tanto… tu vibración.


/
Hay algo que entendí hace unos años: cuando juzgas la manera en que otra persona reacciona a su situación — “Yo lo habría hecho distinto, yo nunca me habría quedado en esa relación, yo no habría dicho eso…” — la vida siempre termina poniéndote frente a una experiencia parecida.

No como castigo, sino como un espejo, para hacernos vivir en nuestra propia piel lo que nos parecía tan fácil de juzgar en el otro…

/
La lección más grande que recibí es también la más simple: yo creo mi realidad.
Ya está, eso es todo.
Fácil de decir, mucho más sutil de aplicar cada día.

Porque si yo creo mi realidad, entonces soy responsable de todo, absolutamente todo, lo que me pasa.
¿El aumento que conseguí después de luchar mucho?
Fácil de aceptar.
Pero romperme el tobillo una semana antes de mis vacaciones de esquí… ahí ya cuesta más digerirlo.

Y sin embargo, si todo pasa para mí y no contra mí, entonces cada evento tiene un sentido. En las capas invisibles de lo cuántico, quizás lancé pensamientos, emociones, vibraciones que se densificaron en el momento justo.
Hasta lo que parece absurdo o injusto trae un mensaje, una dirección, una oportunidad de transformación.

No ir a esquiar, por ejemplo, puede obligarme a una introspección que de otra forma habría evitado.
Quizás sea la ocasión de enfrentar mis celos, de trabajar mis comparaciones, o simplemente de frenar.
Quizás la verdadera lección no está en lo que pierdo, sino en lo que descubro de mí.

Sí, visto desde fuera, puede parecer un poco «simplista», como vestir el sufrimiento de sabiduría.
Pero al final, ¿y qué?
Si esa mirada me permite transformar cada situación en aprendizaje, si me permite no ser más esclavo de mis emociones, sino dejarlas pasar… entonces no es ilusión, es liberación.

Cambiar mi visión es cambiar instantáneamente mi energía vibratoria. Y cuando mi energía cambia, la realidad que vuelve también cambia. Por eso la ley de resonancia es mucho más que un concepto: para mí es un arte de vivir.

El efecto espejo

Otro aspecto poderoso de la ley de resonancia es el efecto espejo.

Los demás muchas veces nos reflejan partes de nosotros mismos que no queremos ver (o que hemos olvidado).
¿Un cercano te molesta?
¿Y si fuera un rasgo que tú también tienes, que aún no aceptas en ti?

¿Un encuentro te remueve?
Quizás despierta un antiguo tú… o un futuro en gestación.

Los encuentros vibratorios, los que te electrizan o te incomodan, nunca son “por casualidad”.
Son recordatorios.
Catalizadores.
Oportunidades de evolución disfrazadas.


Sincronicidades y azar (o no)

Y luego están esos pequeños “azar” que en realidad no lo son…
Piensas en alguien y te escribe.
Buscas una respuesta, y un libro “cae” de la estantería.
Cambias por dentro, y de repente aparece la oportunidad justa.

¿Coincidencias?
El Universo sonríe.
Te dice: “Estás vibrando bien. Sigue.”


/
¡Cuando el Universo te manda un guiño!

Dejé de fumar a mediados de 2025.
La verdad, bastante simple.
Un día me dije: “¿Por qué sigues tragando esta mierda de humo?”
Así que lo dejé.

Unos días después, tomo un avión.
Facturo mi mochila y ¡paf!, control de seguridad.
Me llevan a una salita con cinco tíos que me miran con sonrisa rara, como si fuera Pablo Escobar.
Uno se pone los guantes de goma, los otros abren mi mochila, sacan camisas, shorts, calcetines…
Y yo, un poco cortado: “Mierda, mi ropa sucia huele fatal, qué vergüenza.”

Revisan, escanean, sudan.
Yo empiezo a reírme por dentro.
Y al final, el veredicto: encuentran por fin el objeto del “crimen”…
Un mechero viejo.
Un triste mechero olvidado en el fondo de la mochila.
Nada más.

Ahí entendí el mensaje.
El Universo me hacía un guiño:
“¿Ves Phil? Fumar es una mierda.
Solo te trae problemas.
Y ya no es para ti.”

Mensaje recibido. 🙂

Astrología y vibraciones celestes

Si todo vibra, entonces los astros también.

Y su movimiento no es solo una coreografía bonita para poetas desvelados: los planetas emiten ondas, campos gravitatorios, fuerzas simbólicas, e incluso arquetipos potentes que nos influyen desde nuestro primer aliento.

Nuestra carta natal, lo que llamamos el tema astral, es nuestra huella vibratoria inicial.
Una especie de código energético del alma, impreso en el momento de nuestra llegada a este gran juego que es la vida.

Y la verdad, estaría bien que nuestros sistemas sociales lo recordaran…

Una herramienta olvidada… para ubicarnos mejor

Imagina un mundo donde la astrología se usara con inteligencia:

Un mundo donde, en lugar de mandar a un pez hipersensible a lidiar con clientes enfadados, lo pondríamos en un espacio creativo o meditativo, donde brillaría.

Un mundo donde no pondríamos a un capricornio rígido como una hoja de Excel a liderar un equipo, sino a un león cálido o un aries motivador.

Así era en las antiguas civilizaciones: la astrología servía para poner a las personas correctas en el lugar correcto.
Un signo de aire para la comunicación, uno de tierra para la disciplina, uno de fuego para la acción, uno de agua para la escucha.

Simple.
Eficaz.
Humano.

¿Y hoy?
Prohibido poner tu fecha de nacimiento en un CV, “discriminación”, dicen.

Resultado: tiramos a la basura una sabiduría milenaria, y seguimos fallando con el casting humano en escuelas, empresas, parejas, gobiernos…

Una ciencia del alma, no una bola...

La astrología no es predictiva como muchos creen.
No dice lo que VA a pasar.
Revela tendencias, potenciales, zonas de fricción o de expansión, movimientos internos.

Un tema astral bien leído es un mapa de ruta de nuestra energía, no una prisión.
Y es un crimen moderno considerarlo superstición, cuando en realidad es una de las herramientas más poderosas para conocerse mejor.

¿Y tú, qué vibras?

Tu Sol muestra tu energía vital.
Tu Luna, tu mundo emocional.
Tu Ascendente, la manera en que entras al mundo.
Y Marte, Venus, Mercurio y los demás… son tantas frecuencias en tu orquesta cósmica.

Así que, en lugar de esperar a que la sociedad despierte, empieza explorando tu propia carta vibratoria.
No es esotérico, es profundamente lógico: naciste en un momento muy preciso del Universo… No fue casualidad.


/
Hace unos años, mi hermana se apasionó por la astrología.
A los 18, decidió leer mi carta natal.
Me advirtió: era joven, quizá no entendería todo, que tal vez era muy pronto.
Pero insistí — y menos mal.

Porque con sus palabras supo iluminar emociones que ya llevaba dentro sin darme cuenta.
Para mí, de eso va esta herramienta maravillosa: de entender a fondo quién eres, y acompañarte a ser una mejor versión de ti mismo.
Porque ahora, te conoces un poco más.

/
La astrología, como dijo mi hermana, fue mi primera pasión.
El día que descubrí la amplitud de este lenguaje, supe que tenía en mis manos una herramienta que marcaría mi vida.
Porque es mucho más que un sistema de signos: es una trama que une simbolismo, observación antropológica de los movimientos a través del tiempo y rigor matemático.
Y me enamoré de ello.

La carta natal, para mí, no es una predicción, sino un potencial a desarrollar. No dice lo que vas a vivir, no te ordena nada.
Te invita. Te abre una puerta hacia una versión de ti mismo que podrías encarnar, si lo eliges.
Un potencial que puede sacudir tu mundo, incluso voltearlo, pero que siempre resuena con tu alma.

Claro, uno puede elegir ignorar su carta y tomar otro camino.
Pero en mi experiencia, lo que revela nadie lo recibe como algo extraño.
Al contrario. La cantidad de veces que me han dicho en consulta:
«Es fuerte… todo lo que acabas de decir, ya lo sabía dentro. Pero nunca me había atrevido a escucharlo en voz alta.»

Esa es la fuerza de la astrología: poner palabras a lo que ya vibraba en silencio.
Y cuando se dice, calma, tranquiliza, da dirección.
Se vuelve una guía, no externa, sino interna.

Para mí, es una de las herramientas más valiosas para conocerse en profundidad, recordarse quién eres y avanzar con más claridad.
Al final, la carta no es un destino fijo: es un mapa energético que nos recuerda que en el mismo momento de nacer, ya estábamos en resonancia con el Universo.

Y si tienes ganas de explorar la tuya, puedes encontrarme aquí:
👉 www.mystikreality.com.

La intención crea la frecuencia

Un pensamiento no es solo algo abstracto que pasa por el cerebro, como una nube en el cielo.
Es una onda.
Una vibración.
Una frecuencia.

Y como toda frecuencia… emite algo.
Tiene un impacto.
Interactúa con tu cuerpo, tu entorno, los demás.
Forma tu campo vibratorio y, por lo tanto, tu realidad.


/
Cuando el Universo te libera una fila

Venga, otra historia simpática:
Subo al avión, me siento tranquilo, y treinta segundos después… ¡paf! Tres tíos aparecen en mi fila.
Dos pegados a mí y el tercero delante.
El típico “turista ruidoso de juerga”: hablan fuerte, se ríen, ponen el móvil a todo volumen, cero vergüenza.
Un cliché (demasiado común ☹️).

Obvio, mi mente empieza al instante:
“¿Pero por qué a mi lado? ¿Qué hice para merecer esto?
¿Cómo aguanto a estos plomos durante horas?”
En fin, el blablá mental de siempre.

Y luego respiro.
Suelto.
Me digo: “Bueno, da igual. Me quedo tranquilo y sonriente pase lo que pase.”
Y ahí… magia.

Dos minutos más tarde, los tipos a mi lado deciden irse con su colega delante, porque se liberaron asientos “como por un azar que no existe”, gracias a un pequeño movimiento de pasajeros.

Resultado: me quedo… solo en toda mi fila.
¿No es genial?
Una prueba más de que cuando sueltas, el Universo se encarga de recompensarte o traerte lo que necesitas.

Un pensamiento = una onda = una consecuencia

¿Piensas que eres un inútil?
Vibras “inútil”.

¿Piensas que eres afortunado?
Vibras “suerte”.

¿Piensas que nunca lo vas a lograr?
Adivina lo que atraes…

Lo que pensamos, lo proyectamos.
Lo que proyectamos, lo creamos.

Y cuanto más esté alimentado ese pensamiento por una emoción intensa (alegría, miedo, rabia, amor…), más potente es vibratoriamente.


La intención, el gps del universo

La intención no es un simple deseo vago.

Es una orden clara enviada al Universo.
Como si tomaras el volante de tu vida y metieras tu destino en el GPS cósmico.

Pero ojo: si escribes “quiero lograrlo… pero me da miedo… aunque me gustaría… tal vez…”
=> GPS perdido.
Señal confusa.

Resultado: media vuelta existencial.
El Universo responde a la claridad.
No a la duda.

Una intención clara, asumida, alineada, es una bomba cuántica.


Vibrar justo

¿Quieres transformar tu vida?
Empieza por elegir conscientemente lo que quieres vibrar.

No lo que quieres “tener”.
Sino lo que quieres encarnar.

➡ Elijo la paz.
➡ Elijo la confianza.
➡ Elijo emitir amor.

Y ojo, aquí no se hace trampa:
El Universo lee entre líneas, capta lo que vibras… no lo que posteas en Instagram.

Los “si” no existen en el éter

Ah… los famosos “si”.
Que todos tenemos en la boca.

¿Y si pierdo mi trabajo?
¿Y si mi chico me engaña?
¿Y si mi madre se entera?
¿Y si me enfermo?
¿Y si no soy suficiente?
¿Y si fracaso en todo?

¿Y si… y si… y si…

¿Ves a dónde voy?
La mente es como un productor de Hollywood de pelis catastróficas.
Tiene presupuesto ilimitado para sacarte 12 episodios de “¿Y si todo sale mal?”… al día.

El condicional no vibra

El éter, el Universo, la frecuencia, no entienden el condicional.

El Universo no sabe lo que quieres “si acaso”.
Escucha lo que vibras aquí y ahora.
Y si vibras duda, te manda un espejo: confusión.

Es matemático.
Vibratorio.
Vibras “tengo miedo de que me deje”
➜ atraes miedo, duda, celos, desconfianza…

y corres el riesgo de crear justo lo que temías.

Parar lo absurdo desde que nace

Primer paso: reconocer el pensamiento.
“Vale, me vino esta idea rara: quizá me engaña… y me revuelve el estómago.”

Perfecto. Lo pillaste.
¿Y después?
Elige.
¿Le das poder a ese pensamiento?
¿O lo cortas de raíz?

“No. No lo quiero. Prefiero confiar.”
“No le doy crédito a ese guion. Gracias, adiós.”

Sin pelea.
Sin drama. Solo… una redirección.
Es tu mente.
No es tu amo.
Tú decides a qué te alineas.

Creamos lo que vibramos

Cada pensamiento es una semilla vibratoria.
Vibras “miedo”, riegas la semilla equivocada.
Vibras “amor”, alimentas la semilla de la alegría, la salud, la confianza.

No es magia, es mecánica sutil.

Cáncer, burnout, accidentes, conflictos…
Muchas veces, son nuestros pensamientos repetidos, nuestras pelis internas de ansiedad,
nuestras vibraciones discordantes, las que abren la puerta a todo eso.

El verdadero poder: confiar

Ese es el gran reto:
Confiar en la Vida, en uno mismo, en el proceso.

No siempre es fácil, estamos de acuerdo.
Pero cuanto más lo practicas, más natural se vuelve.

“No, me niego a alimentar ese pensamiento.”
“Elijo la paz.”
“Confío. Y avanzo.”

Ahí es cuando te vuelves creador consciente.
No víctima del viento… sino escultor de tu propio cielo.

Alinearse para vibrar justo

¿Sabes lo que es un instrumento desafinado, no?
Tocas una nota y… ay. Chirrido.
Suena feo.

Pues nosotros, los humanos, somos como violines cósmicos.
Y cuando no estamos alineados entre lo que pensamos, sentimos, decimos y hacemos…

Tocamos falso.

Qué es realmente el alineamiento

Es cuando tu cuerpo, tu corazón, tu cabeza y tu alma miran en la misma dirección.
Cuando dices sí pero tu barriga dice no, hay disonancia.
Cuando ríes con gente que en realidad no tragas, solo para quedar bien…
Vibras mentira ligera.

Y créeme, el Universo escucha todo.
Capta la nota falsa.

Cuando nos mentimos, vibramos borroso

¿Quieres avanzar, pero llevas una máscara?
¿Dices que eres feliz, pero tu mirada grita lo contrario?
¿Afirmas que “todo bien”, pero tu espalda se bloquea, tu sueño se va, tu garganta se aprieta?

No estás alineado.
Y entonces… no atraes lo que es justo para ti.

El objetivo es afinarse, no ser perfecto

Alinearse no significa que todo esté perfecto, fluido y zen 24/7.
Significa que te respetas.
Que escuchas.
Que ajustas.

“¿Lo que digo corresponde con lo que siento?”
“¿Mis decisiones van con mis verdaderos valores?”
“¿Me escucho, o estoy fingiendo?”

Ahí la vibración se vuelve clara, precisa, magnética.

Y ahí es cuando aparecen las sincronicidades, cuando se abren las puertas.
Porque vibras “justo”.
Vibras “yo, de verdad”.

Eres un acordeón cósmico

Cuando vibras justo, el mundo toca contigo.
Cuando te engañas a ti mismo, chirría, frena, se traba.

Así que afínate.
Ajusta tu nota.
Y haz sonar tu verdadera música.

Porque el mundo necesita gente que suene auténtica, no que brille falso.




Members only content

Log in to your account,
or unlock access to view the training.

Stay in touch

Sign up to know when the next training is coming out.